martes, 27 de julio de 2010

Ex inferis


De cómo creo que no puedo echarte más de menos,
pero que cada día descubro que sí que puedo.

Y eso no está bien.


Mis enseres personales dispersos por la habitación. Una maleta que espera ser llenada, fría en un rincón del armario entreabierto que tapona la escasa luz del ventanuco. Todo es afilado, incómodo, brusco. Ocupo mi mente estudiando las intrincadas líneas de corrientes eléctricas y las danzas de partículas en un vacío en el que siempre están cayendo. Mis miembros se despiertan exhaustos. Las paredes vacías, no límpidas, hacen la habitación a la vez enorme y asfixiantemente diminuta. Un crossover entre Milton y Dante. El peso es difícil de soportar, soy un cosmonauta en Venus, un engranaje de porcelana. Todo se consume sin arder pero permanece ahí. Paseo deslizándome por el filo de una hoja de afeitar, de un lado a otro, buscando una onda apropiada que se interrumpe a atravesar los alambres.


Ik mis je
.


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